
D. J. Trump debería responder de sus actos ante la justicia.
Sí, habría que cambiar muchas cosas que han desembocado en el descontento de determinados sectores de la población, habría que estudiar qué ha movido esta vez a un voto tan masivo por ambas partes; habría que cambiar el sistema de colegios electorales; habría que reformar la institución policial de arriba a abajo; habría que cambiar no pocas cosas en Estados Unidos y en el sistema caníbal en el que se ha convertido su capitalismo feroz. Pero la primera tarea del sistema como tal, tendría que ser enjuiciar a Trump, por los muchísimos delitos que ha cometido, el último y uno de los más serios, alentar el odio hacia los que no le han votado, hasta tal punto que aún podría desembocar en una guerra civil entre sus propios conciudadanos poniendo, ya de paso, en tela de juicio, todo el sistema democrático americano y descuidando, una vez perdida la elección, la protección que implica un mando del país controlado y no a la deriva, porque su mandatario no acepta la realidad y se inventa una a su medida. Esto, sin duda debe de ser un delito, si lo comete la autoridad máxima del país. Ha cometido muchos más, por supuesto, pero éste mina el sistema entero. Los demás delitos son propios de un sinvergüenza sin escrúpulos y sin ética, pero éste es el intento de derribarlo todo por seguir detentando el poder. Es decir, es el intento de instaurar una dictadura en Estados Unidos.
Si el país no castiga a este expresidente, habrá permitido un antecedente terriblemente peligroso. Esto es como criar a un niño permitiéndole todos los excesos: llegará un momento en que, habiendo crecido, se vuelva contra el padre o la madre y les propine un bofetón o les vacíe la cuenta bancaria. El niño malcriado se convierte en monstruo. Si el sistema democrático (plutocrático, si hablamos sin hipocresías) no castiga a este espantapájaros enrabietado, éste volverá en cuatro años, a vengarse, porque no olvida jamás ninguna afrenta y hay más de 78 millones de votos legales (y subiendo) que le han insultado en lo más hondo, llamándole (¡Diós nos libre!) perdedor…
Si no se le exigen responsabilidades al expresidente otros vendrán y beberán de su ejemplo; ya han comprobado que se puede mentir, engañar, insultar, mandar matar, azuzar y secuestrar dentro del propio país y fuera, hasta romper las reglas que se tomaron por inamovibles columnas del sistema democrático y aún así ser el segundo en votos de la historia de la democracia americana. Un empujoncito más y tanto él, como quien se inspire en él, aupará el trasero gordo al poder absoluto. Es cuestión de tiempo.
La plutocracia americana a veces, cuando no le queda más remedio, porque toca, se baja a la calle y se convierte en democracia. El pueblo tiene el voto. Las fortunas hacen todo lo que pueden para manipular ese voto y al final, incluso, impedir ese voto, si ven que puede perjudicarles. Pero ese día, millones de personas, si quieren, pueden decidir. Un solo día cada cuatro años.
Ha habido lugares en donde el gobierno ha reducido la cantidad de puntos en donde se podía votar para dificultar este acto cívico y millones de personas han tenido que hacer horas y horas de espera – en mitad de una pandemia – para poder depositar su voto y lo han hecho como un gesto de rebelión. Mal asunto cuando en una democracia votar se convierte en una lucha. Por ahora, han ganado la batalla.
Pero la otra mitad del país ha luchado a su vez por conservar a Trump en el poder. Si no se les hace ver, ante la ley, que es un delincuente, lo convertirán en un héroe y el 2024 está a la vuelta de la esquina.
Dios nos libre de su furia si vuelve a ganar una elección.
Da miedo este señor, porque no provoca ni risas.Besos,Cristina.
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Cuánta razón llevas!!!
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