Duérmete. Intenta pensar en el mantra.
Ohmmmmmmm… ¡No puedo! Es inútil… Otra vez este insomnio de mierda…Y otra vez en este espacio amorfo, sin puertas ni ventanas. Parece la habitación de El Péndulo de Alan Poe.
Bueno, mientras sea sin péndulo…
Ya, pero este vacío, esta falta de referencias… Se siente uno como envuelto en una esfera hermética.
Es que aquí no existen los sentidos.
¿Cómo que no? Estoy oliendo y estoy viendo.
No, es tu cuerpo el que ve y huele, nuestro cuerpo, y te trae la información. Tu y yo, somos como un gran ordenador que hablara consigo mismo. Dependemos de él, de lo que nos suministren sus sentidos.
Pero yo, ¿quién es? ¿Por qué hablo contigo si eres el mismo “yo” que yo?
Supongo que los pensamientos, es decir, tu y yo, dialogan entre ellos.
Quiero dormir… quiero apagarme y apagarte. ¡Necesito dormir! ¿Y si pienso en el título del blog? A lo mejor pensando en eso, te vas apagando poco a poco. Vamos a ver…”Memorias de un Vencejo”
No, datadísimo.
¿”Lápiz de memoria”?
Usado. Qué poco original eres…
¿Y “El Rastro del delfín”?
No hay manera, no sabes escribir sin ser tremendamente consciente de que escribes.
Es verdad, tengo que destruir este maldito equilibrio de Libra, discreta, equilibrada ¡adjetivos, adjetivos!
Has repetido la palabra equilibrio y si, te falta miseria.
Necesito la irracionalidad de algunas de mis imágenes. Si al menos escribiera como pienso… El pensamiento no tiene lógica, va y viene como un saltamontes, al menos el pensamiento que no es consciente de que existe. Ése es el que me interesa.
¿Por qué?
Porque toma el volante el ser que no razona. Me aburre mi lado razonable.
Pero te permite vivir.
Si. Pero siempre he querido gritar y no he podido. Era de mala educación.
Por mi, puedes gritar.
¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!
¡Shhhhhh! ¡Qué escandalosa!
¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!
¿Por qué sigues gritando? ¡Ya está bien! ¡Cállate!! Te van a oír…
¿Quien???
Te oigo yo y me molesta.
Pues te jodes… ¿Aquello es una ventana?
¿El qué?
Lo que se ve allí arriba, a la derecha.
A la derecha de qué, pareces imbécil, aquí no hay derecha ni izquierda, no tienes puntos de referencia.
Pues me había parecido… no sé, parecía una luz.
Aquí no hay luces.
¿Te quieres dormir de una puñetera vez? Menos mal que nos hemos tomado un Orfidal y una Dormidina…¡mierda de cabeza! Pensemos en otra cosa.
No pensar es lo que hay que hacer.
Es inútil. Ya viene la electricidad, sube por las piernas, va como invadiendo el vientre y el pecho y llega a los brazos como si nos fuera a freír con un electroshock, ahora el calor y la claustrofobia.
Dile que se quite toda la ropa.
Nada, ya nos ha despertado.
Ya estábamos despiertas.
Ya, pero empezábamos a relajarnos y ha tenido que interrumpirlo todo. ¿Por qué no habla nadie de la menopausia como la etapa dura que es en la vida de una mujer? ¡Te cambia todo!
Esa palabra…
¿Ni siquiera la puedo pensar? ¡Pero esto es increíble!
Si, la puedes pensar, pero escribir sobre ella…
Lo dice Nietzsche; somos nuestro cuerpo, pensamos a través de él. No estaríamos aquí a estas horas de la madrugada si no fuera por este insomnio que me producen los sofocos.
Que nos producen.
Nosotras no los sentimos ¿o sí? Los siente él en realidad, pero tenemos que decirle qué hacer
Ya, bueno, eso es un juego de palabras; somos él y tu lo sabes.
A ver si te pones de acuerdo, ¿somos o no somos nuestro cuerpo?
Habría que hacer un poema sobre esta manera de cocerse de golpe cada hora. ¿No hizo Miguel Hernández uno sobre el sudor?
¿No te callarás nunca? Pensemos frases en francés, tal vez nos ayuden a ir sumergiéndonos en el sueño.
¡Qué manierista eres!
¿Qué quieres decir?
No sé, pero te pega la palabra manierista: “sumergiéndonos en el sueño”; construyes siempre buscando la estética: eso te pierde; como escritora.
Frases en francés, a ver: “Je suis une femme que.., qui.., essaye d’écrire en français les choses qu’elle même ne peut pas penser en espagnol”.
Eso no tiene ningún sentido.
Déjame en paz. “El día en que se dio cuenta de que él no estaba en casa y que llevaba un mes sin estarlo, se preguntó a quién había estado abrazando cada noche”.
Como inicio, está bien, pero tienes que seguir. Deberías emborracharte un poco cuando escribes, te daría menos miedo decirlo.
¿Decir el qué?
Lo que no dices. Por ejemplo, de mi no hablas nunca.
¡Es que no sé quién eres!
Pues hija, ya es hora de que lo sepas; !llevamos 54 años aquí encerradas hablando cada noche!
¡Sólo cuando tengo insomnio!
Ya, pero cada vez es más frecuente y aquí estoy.
Sin ofender pero estoy de ti hasta el mismísimo… Mañana sin falta voy a comprar algo más fuerte que el Orfidal.
Eres cobarde hasta en sueños.
¡Si no estoy dormida!
No estamos dormidas. Lo quieras o no, ¡somos dos!
¿Quien lo dice?
Lo digo yo.
¿Y “yo” quién es, qué es? ¡Yo también soy “yo”!
Por eso.
Si al menos fuéramos pensamientos profundos… pero mira en lo que nos entretenemos, en pensar el título de un blog. Vanidad de vanidades…Por eso te quiero perder de vista, cuando no estás, soy más libre.
No era una ventana…
No. Es algo, pero no lo veo desde aquí.
Si no tienes ojos.
Bueno, es una manera de hablar. ¿Oye, y esa otra que viene cuando yo no estoy, cómo se llama?
Joder ¡qué pregunta! ¡Se llama “yo” como nosotras! Pero no piensa como tu o como yo, es una especie de esquizofrénica poética.
Lo dicho, manierista…
Esas imágenes de librerías flotando en medio del mar se las debo a ella.
¡Si, también le debes la plancha caliente con la que te quemaron la vagina en aquella fila de prisioneros!
¡Cállate! Ohmmmmmmmm!
No te va a servir para nada el mantra; tienes que estar en otro estado mental.
Deben ser ya las tres. Veo la sombra del vaso enfrente de los números rojos del despertador. Parece un centinela.
Intenta dormir.
¿Por qué nunca nadie ha escrito sobre una cistitis o una diarrea? Son importantísimas a la hora de juzgar un personaje.
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Las puertas tienen manos, intento salir, pero me agarran la muñeca retrasándome, no puedo llegar, no puedo ni gritar porque de la garganta brota un rugido de agua. !No llego, no llego, no llego!!! De los ojos, de los dedos, de la nariz, salen chorros de agua escapándose por las tuberías de mi cuerpo, me ahogo de dentro a fuera. Soy una fuente humana y los miles de litros que salen de mí misma han llenado la habitación, sumergiéndola. Ahora es una piscina en donde hay una cama y en ella un cuerpo que no flota. Qué calma por fin… Pero tengo que, tengo, es ineludible, mi mochila ha quedado justo al lado de la cama, ¡creerán que he sido yo! Tomo aire. Me sumerjo.
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¿Quien está ahí?
Me has secuestrado mente y cuerpo. (No creo que se pueda ofrecer mayor reconocimiento a una escritora o escritor).
¿Has leído «Compañía» de Samuel Beckett? Me atrevo a sugerirte su lectura, seguro que te gustará.
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¿Quién está aquí?
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