Alí-Babá incorpora miembros a su lista honoraria sin descanso y los ciudadanos lo coprobamos indignados, pero sorprendiéndonos menos cada día. Un ladrón más. Era de esperarse… Uno se acostumbra a todo. Hasta a vivir en la cueva entre ellos.
Y la costumbre termina por hacerse ley.
De hecho ya ha empezado el proceso y nuestro ladrón institucional y político ni siquiera se siente en la necesidad de dar explicaciones, son cosas que “se hacen” en las altas esferas de la mierda. Los ciudadanos-número no pueden comprender que el poder y el arduo camino para alcanzarlo requieren todo tipo de compromisos con lo que alguna vez fue ética.
Qué palabra hermosa. Según el DRAE, «ética» es un «conjunto de normas morales que rigen la conducta humana” o también “recto, conforme a la moral”. Pero parece que hay una confusión inicial y antigua entre éthos y êthos, dos palabras griegas que significaban, la primera «predisposición para hacer el bien” y “costumbre” la segunda. Parece que nuestros políticos, jueces, empresarios y demás calaña, han confundido definitivamente los términos y han convertido sus costumbres en su ética. Ya se sabe que la ley que se infringe una primera vez, inquieta, pero cuando la infracción se hace habitual, se convierte en moral y el ladrón se ofende si se le toma por tal. Su acción repetida ha ido adquiriendo el barniz de lo cotidiano, ha perdido por tanto la sensación de culpa. Los griegos siempre confundiendo…
En la cueva de Alí-Babá sin embargo, sobran las leyes, normativas, reglas e imposiciones para el resto de los habitantes y hasta, en materia de impuestos, se ha llegado a determinar que el pecado es de tal magnitud, que no prescribe nunca. Eso es, si el pecado no ha alcanzado cotas gigantescas en cuyo caso se perdonará al infractor, que, al fin y al cabo, ha sido mucho más listo y por ello debería, mas bien, formar parte de la élite decisiva.
Alí-Babá ya sabe que nosotros sabemos. Nos observa, cuando le criticamos, refunfuñando por las esquinas, poniéndole verde a la menor de cambio y sabe que sólo (me da la gana escribirlo con acento) es cuestión de tiempo. A todo se acostumbra uno, ya digo.
Los italianos soportaron a los emperadores-asesinos durante mucho tiempo, acostumbrándose cotidianamente a la monstruosidad y ,volviendo a estos gloriosos tiempos que vivimos, han votado una y otra vez a un mafioso chulo-putas como mandatario principal de su hermoso país. Berlusconi ha llegado a ser un ejemplo a seguir. La costumbre se ha convertido en ley y todos quieren ser ladrones y puteros, que es el signo del éxito absoluto.
Alí-Babá no se identifica con Berlusconi, quien, al menos, no esconde lo que es; es más, se considera mucho más recto que éste. El pobre hombre padece un trastorno psicológico (bastante común por otra parte) y aún no acepta la realidad. Procura evitar denodadamente los espejos y las opiniones, para no tener que afrontar el hecho de que la corbata de Valentino se le ha vuelto camiseta a rayas y el impecable pantalón en pata de palo, la pluma de Cartier en cuchillo carnicero y hasta la barba que le esconde un mentón propio del último de los Austrias en grasienta mejilla delincuente.
¿Nuestra misión? Forrar una cueva con espejos.
¡Brillante!… y certero. Como suele decir un amigo mío, en términos admirativos, ante ciertas obras de arte: «El único defecto es que no soy yo el autor».
(Yo también escribo «sólo» con acento y sin permiso)
Salud!
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