La Habitación sumergida (el relato)

Incógnita
«Incógnita» Sandra Sue

Por qué se había inundado era algo que no podía entender. Lo único que sabía era que los muebles seguían allí, como clavados a un escenario. No flotaban, no se le despeinaban las sábanas a la cama, ni las sillas se movían de su lugar. Era como si alguien hubiera previsto lo que iba a suceder y hubiera afianzado todo en su sitio para una función de teatro submarino.

Había escapado a duras penas de la tromba, subiendo las escaleras frenéticamente en cuanto se dio cuenta de lo que estaba pasando.

Primero había habido humedad, que había invadido las paredes con mapas de mundos irreales; después pequeñas gotas empezaron a rezumar de la pared como si ésta sudara algún esfuerzo y por fin el agua había hecho acto de presencia como tal, en un pequeño reguero diario que entraba por las esquinas de la habitación. Hasta ese momento no le había preocupado, había seguido su vida, inconscientemente, esperando que el verano secase ese desastre; pero esto era demasiado. Hoy, alarmada por el murmullo que se hacía cada vez más agresivo, había intentado tapar los orificios por donde se colaba el agua. Había probado con varias cosas, pero la pared se le quedaba entre los dedos, hecha migas, rendida ante la presencia húmeda que se hacía más y más molesta, como si hubiera agotado su paciencia y hubiera decidido abrirse camino en su casa a toda costa. Se había retirado asustada hacia la otra esquina de la habitación justo cuando la puerta y la ventana cedieron con una explosión sorda y el agua lo llenó todo, dándole apenas tiempo de ponerse a salvo en la escalera.

Una vez invadida la estancia, la calma volvió de golpe al insólito escenario. Las aguas se volvieron más transparentes, las burbujas fueron disipándose y entonces fue cuando a través del filtro de los cuatro metros de agua, creyó ver algo en la cama. Una mancha negra, desdibujada. La mancha fue adquiriendo un contorno más definido a medida que las aguas se remansaban. No lo veía claramente pero juraría que era el cuerpo de un hombre. No se movía, no flotaba. Era absurdo que un cadáver hubiera sido depositado así, tan cuidadosamente, por la tromba de agua.

Desde el escalón superior de la escalera que nunca había visto en todos estos años, evaluó la situación y por primera vez en su vida se preguntó adónde daba la puerta que coronaba esa escalera y por qué nunca se había dado cuenta de que su habitación estaba bajo tierra. No tenía respuesta. Pero se quedó mucho tiempo observando las pequeñas olas que se formaban sobre la superficie del diluvio. Después, se volvió hacia la puerta e intentó abrirla, segura de que daba al patio comunal. Le costó moverla, la herrumbre la atascaba. Finalmente la abrió de un tirón, sujetándose al pomo con fuerza para no caer al agua por el impulso. Se asomó con cierta aprensión al nuevo espacio. No podía creer lo que estaba viendo. Una escalera idéntica a la de su habitación bajaba a otra simétrica a la suya, sin agua, ni cuerpo, pero con la misma cama, la misma colcha, las mismas sillas, como esperando nueva actriz para la misma historia.

Se quedó mirando ambas habitaciones que se reflejaban como espejos en su disposición. Pasaron horas o minutos, no estaba segura. Esto, no cabía duda, debía ser un sueño. La realidad no tenía misterios tan fantásticos. ¿De quién era el cadáver que había aterrizado en su cama? No reconocía la forma, pero la ropa que llevaba puesta le era vagamente familiar. Hipnotizada por la incógnita, reconoció, sin embargo, que el cuerpo submarino transmitía paz. Como si por fin todo estuviera en su sitio. Como si la página en blanco estuviera escrita y terminada. Sólo le faltaba el nombre del ser que el agua había traído para que el relato fuera circular y perfecto.
Desde lo alto de la absurda escalera, eligió entre naufragio o laberinto y se decidió por fin a bajar. Primero un escalón, después otro y un tercero.

El agua le mordió la piel y estaba helada.

3 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Belen Puente dice:

    Es inquietante

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  2. Dora Roman dice:

    ¡Fantástico! Una lectura que te mantiene en vilo hasta el último momento

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  3. Fer dice:

    Me ha recordado a una escena de la película Las horas. Magnífico relato.

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