Hoy es lunes y se nota. Los lunes son, aunque días lunares, seres serios, vestidos con chaqueta y corbata. Uno se siente un poco derrotado de antemano cuando se aproxima el lunes. Siempre he deseado volver a mi infancia los lunes, esconderme en cualquier armario temporal hasta que los nubarrones de la mañana del lunes fueran disipándose en el martes. El martes la semana se recupera de esa primera agresión y, arrastrándose despacio por encima del miércoles, que es el día de las citas médicas y los exámenes, consigue encenderse otra vez el jueves, que ya va recibiendo la luz del balcón con orientación sur del viernes. Pero aún estamos en jueves. Admitamos que es el día crucial, el eje en el que se balancea el resto de la semana, insegura aún de qué dirección tomar. A veces temo que se decida en contra del viernes y vuelva al miércoles, lo cual me dejaría perdida en el terrible dilema de tener una segunda oportunidad. Pero la mayor parte de las veces, el jueves inclina la cabeza humildemente dando paso a la gran y anhelada «v» del viernes.
Viernes: el día construido de aire cristalino, no en vano el día de Venus, el día preñado de promesas, el umbral de la libertad, de esa periódica y fugaz libertad del sábado, día en el que las cosas pueden cambiar, la vida está llena de posibilidades y el tiempo es una habitación grande llena de cristaleras de colores que convierten la luz en una fiesta. Esta sensación salpica incluso la mañana del domingo (día del sol para los antiguos romanos) en la que aún volamos como vencejos locos por la cúpula semanal, e incluso durará, algo diluida, hasta las primeras horas de la tarde. Pero el domingo es bipolar y a partir de las cuatro de la tarde el bajón es ineludible y empezará a molestarnos de nuevo el sucio zumbido del insecto de la rutina, pequeño, invisible aún, pero lo suficientemente presente como para saber que está en la habitación. Por la noche el insecto habrá crecido e inexorablemente estará ahí, escueto y atareado, limpiándose el morro con las patas, dejando en la alfombra el cadaver de la promesa rota, como un pájaro muerto.
No hay libertad, mañana es lunes.
Es curioso que dices, sobre el segundo día de la semana (o tercero, depende si domingo o lunes cuenta como el primero), que “El martes la semana se recupera de esa primera agresión”, cuando martes es el día del dios de la guerra (Martes, y en inglés “Tuesday” viene de “Tīwesdæg”, el día de Tiw”, un dios germánico también de guerra). A primera vista, el martes debería ser un día de más agresión que el lunes, que debería ser el día de los hijos y las hijas de la luna, de los lunáticos. A lo mejor lo es, como ¿hay cosa más lunática que vestirse en traje y corbata para ir a hacer las cosas que el mundo considera como “serias”?.
Entonces, como cantaron los Boomtown Rats ya hace años, “I don’t like Mondays”.
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Me ha recordado a Friday I´m in love de The Cure y a otro tema de Sting que se llama Seven days; aunque mi favorito siempre fue de The Stone Temple Pilots “Days of the week”: https://www.youtube.com/watch?v=k_4POA-4GYo
En alemán, algunos de los días tienen otro significado, el lunes es el día de la luna “Montag”, “Dienstag” es el día que tenían libre los criados “dienen / Diener”, “Mittwoch” el de mitad de la semana, “Donnerstag” el día del trueno (tan alemán), “Freitag” el día de la diosa Frija el equivalente nórdico de Venus, “Samstag” el día de la estrella de Saturno o también se dice “Sonnabend” (víspera del domingo), “Sonntag” el día del sol (una traducción del dies solis como dices en tu texto).
A mí me gustan todos los días, pero yo no cuento.
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Qué envidia. Qué imaginación para hablar de los simples días de la semana.
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A mi me da envidia tu capacidad para hilar historias y personajes!
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