PORQUE ME DA LA GANA

 

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FOTO: AITOR GARMENDIA

Gracias a haber comprado el periódico físico el Sábado pasado, pude leer en el cuarto de baño (que es donde se leen las cosas con más concentración) la columna de uno de nuestros escasos filósofos conocidos: Fernando Savater.  Lo cierto es que las veces que he leído sus columnas me han parecido más propias de un escritor de medio pelo que de un filósofo, pero qué le voy a hacer, estoy acostumbrada a la preclara argumentación de Michel Onfray en cuanto a vivir filosóficamente, que aplica a todos los aspectos de la vida, hable de toros, como Savater, o de Epicuro.  Si es que he aprendido algo de este gigante es que la filosofía no es una teoría que se imparte en las aulas de universidad y se deja en el armario al llegar a casa, colgada entre abrigos y chaquetones de invierno.  La filosofía es una manera de analizar la vida, de buscar sentido a la existencia, de ordenarla y proporcionarle una estructura sobre la que construir el “yo” y entender a “los otros”.  Los otros, claro está, no son sólo los demás seres humanos que nos rodean, los otros son todo aquello que no soy yo.  Incluida la naturaleza y los animales que forman parte de ella.

Nuestro filósofo nacional ha llegado a la gótica conclusión de que le gustan las corridas de toros porque sí y las ve “porque le da la gana”. El horror con el que se nos juzgará en el futuro por torturar a un animal a base de cuchilladas –   se los tortura también en los mataderos, pero no es la discusión que nos ocupa -,   no le preocupa lo más mínimo y halla, este buen hombre, su justificación intelectual en esta muletilla tan española “porque me da la gana”, algo lejana, me parece a mí,  de un pensamiento filosófico que se precie.

Cita Savater en su artículo a un tal Arias Maldonado que parece ser su mentor en cuanto a toros se refiere, quien reconoce que la justificación “tiene poca nobleza de espíritu”.  Con lo que Savater difiere, ya que, según él:  “No hay nada más espiritual que hacer algo porque nos da la gana”, refiriéndose en este caso, a encerrar a un ser vivo en un espacio estanco para ir clavándole banderillas que le van rasgando la piel y los músculos, debilitándole poco a poco y terminar por insertarle una espada en la nuca, a veces bien, a veces mal, según la destreza del matador quien, al menos, se enfrenta cara a cara con el toro.  Nuestro filósofo, en cambio, disfruta desde el sofá, cervecita en mano, adivino, viendo cómo se enfrenta a una posible muerte el torero y cómo recibe una muerte segura el animal. No sabe por qué disfruta, pero tampoco hay que ser tan tiquismiquis, disfruta y se acabó.

El pensamiento de nuestro ibérico filósofo no analiza términos como inocencia, víctima, tortura, violencia, barbarie, ética, relación del hombre y la naturaleza, atracción por la muerte, etc.  El profesor Savater no considera oportuno plantearse si el ser inocente merece la violencia que recibe, si un animal no tiene derecho a un trato civilizado, por qué él, hombre educado, experimenta placer cuando mira el ritual de muerte, no evalúa la evolución intelectual de la sociedad que inventó semejante espectáculo y la actual, no ejerce el oficio de pensador; no duda, en fin, que es el ladrillo con el que construyen los filósofos sus casas.

Entiendo la atracción que ejerce la violencia en determinadas personas; mejor dicho, no la entiendo, pero sé que proporciona placer tanto a imbéciles como a intelectuales con esta particular desviación, pero el argumento, señor Savater, no es digno de un filósofo. Menos aún de uno que ha sufrido la violencia de ETA y ha debido preguntarse a menudo las razones que impulsan a un hombre a matar a otro por tener diferentes nociones de lo que es la patria. Tal vez eso haya determinado en alguna medida su gusto por la corrida. No lo sé y no lo sabré nunca. Pero le pido (como Maldonado) que no justifique su afición a la muerte. Eso sí, vívala con vergüenza, escóndala como se disimula un defecto (al fin y al cabo, se complace ante el dolor ajeno).  Pero a la hora de escribir una columna, piénselo dos veces.  Los filósofos tienen una responsabilidad social y usted lo sabe.

 “Porque me da la gana” no es más que un argumento propio de La Manada, y para eso no le pagaron la carrera, digo yo.

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Paul Davies dice:

    Porque me da la gana … La voz de egoísmo, la voz del adolescente rebelde, la voz del hombre inmaduro. “Ama, y haz lo que quieres” dijo San Agustín, pero es otra cosa, como aquí la parte de hacer lo que me da la gana depende de la primera parte de la frase, que es la llamada a amar. Y si empezamos desde el amor no vamos a tener las ganas a torturar animales ni escribir tintero ‘filosóficos’ creado con el mero objetivo de provocar.

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