
En una sala pequeña hay una mesa con una botella de vino y dos copas. La mesa está apoyada contra una ventana que da a la calle. Una mujer bastante delgada, casi se diría que anoréxica, está ya sentada a la mesa esperando. De vez en cuando mira un reloj que cuelga en la pared y que hace demasiado ruido en la sala vacía. Al cabo de unos minutos entra otra mujer de unos 45 años. Es una mujer de mediana estatura, vivaz y atrayente pero no guapa. Va vestida con vaqueros, botas altas y una chaqueta algo sofisticada para los vaqueros que lleva. Su nombre es Clara. Es una mujer que ha empezado a madurar y lo sabe, pero aún se siente joven y deseable. No obstante acaba de hacerse unas pruebas médicas, ha recogido los resultados y aún no los ha podido leer. De la otra mujer sabemos menos y apenas vemos su cara porque queda en la zona de sombra que produce un foco sobre la mesa. Su inicial es P.
P-¡Bueno, por fin!! Pensé que no llegabas. ¿Qué? ¿Jugamos?
Clara- ¡Espera un momento! Déjame por lo menos que me quite las cosas. (Deja la bolsa con los resultados encima de la mesa y se quita la chaqueta poniéndola en el respaldo de la silla) ¡Qué calor!
P-¿Ya empiezas con sofocos?
Clara- ¡Es que hace calor, qué sofocos ni sofocos! (Se aligera la blusa y se recoge el pelo, intentando disimular que, efectivamente, le está dando un sofoco). Para una vez que nos vemos podíamos charlar antes de jugar; tomar un cafetito. Hace mucho que no te veo, podrías ponerme al tanto de las cosas que has hecho. En fin, lo normal…
P- No puedo perder el tiempo. Y ya sabes que lo mío es siempre lo mismo. No tengo grandes cosas que contar. Siempre trabajando. En esto nunca falta curro. Además como no tengo competencia, no paro. Venga, coge las cartas y vamos haciendo mano. Además, estamos aquí para esto. Dale, que he quedado más tarde. Baraja tu y yo corto.
Clara- ¿Con quien has quedado? ¿Le conozco? ¡Desde luego que no pierdes el tiempo! ¿Jugamos con garbanzos como cuando jugábamos con la abuela?
P- Ya sabes que no. O juego a lo fuerte o me voy. Si te sientas a jugar conmigo ya sabes lo que hay.
Clara- Siempre tan melodramática.
P- Yo no juego con garbanzos. Eso es de novela de posguerra. Sólo decirlo retrotrae a los años 40. ¡Qué tiempos…! ¿Por cierto, tu eres del 60, no?
Clara- Si. ¿Y tu?
P – Yo del 40, del 20, no tengo edad…Tu hermana diría que esta es una conversación de mal gusto, que a una mujer no se le preguntan esas cosas.
Clara- Has preguntado tu. De todos modos, de mujer, tienes poco.
P- Lo mismo que de hombre…
Clara- Visto así puede ser. Barajo, corta.
P- Corto.
Clara- Estas cartas están más viejas que la Salve…
P- Las he usado mucho.
Clara- Pues podrías renovarlas de vez en cuando. Se te quedan los dedos pegados de la suciedad. Anda que no las habrán tocado manos…
P- Ni te imaginas…
(Cada una recibe sus cartas. Clara adopta una actitud teatral de mafioso de película y mueve apenas las esquinas de los naipes, queriendo aparentar que sabe jugar. Después de mucho rato en el que ordena, reordena y vuelve a abrir en abanico cerrado las cartas…)
C – Tiro cuatro.
P–Mal asunto.
Clara- ¿Por qué? Hay que pensar en positivo. Eso es lo que dicen. Se estrella tu marido con el coche, le sale un cáncer a tu niño de ocho años, te embargan la casa «¡Hay que pensar en positivo!». Así que nada, pensemos en positivo. Hay muchos ases esperándome en esa baraja. A menos que los tengas tu, claro.
P- Tendrías que haber intentado otra jugada, si tiras cuatro ya sé que no tienes nada. (Reparte las cartas que ha pedido su compañera).
Clara- Siempre tan preclara. (Lo piensa un poco) Parece un juego de palabras, pre-Clara. Estabas antes que yo, vaya. Mejor digamos siempre tan listilla.
(Mira rápidamente a su compañera y retira un poco los papeles que llevan el logo del centro médico, algo más interesada en la partida).
P- He practicado mucho. Aunque lista soy. Si no, no estaría aquí. Pero no sé delegar, chica, ése es mi fallo. (Estudiando sus propias cartas) Todo lo tengo que hacer personalmente. Es mucha responsabilidad sobre los hombros. Así tengo el cuello…más rígido que una estaca. Un día de estos voy a torcer la cabeza y se me van a salir las vértebras de la nuca. Pido una. (Se la da a sí misma). ¿No conocerás un buen fisio?
Clara- Pues sí, conozco uno, pero lo tuyo me parece un caso perdido. Además no quiero ir presentándote a mis amigos, que al final te los terminas llevando al huerto y no les vuelvo a ver el pelo. Sin ánimo de ofender, no tienes ni un gramo de grasa en el cuerpo, ¿qué te va a masajear, los huesos?
(P protesta levemente y gira el cuello en una y otra dirección subiendo y bajando los hombros. Clara reordena sus cartas como si entendiera y tras estudiarlas levanta la mirada para analizar a su contrincante. Después de mucho mirar se da cuenta de lo que pasa).
Clara-¡No es justo!
P- ¿El qué?
Clara- Tu puedes analizar mi expresión pero yo ¡no te veo la cara! (Intenta alcanzar el foco) Esta cosa debería estar más en el centro para que se nos viera a las dos por igual. (Consigue tocarlo y el foco se balancea levemente pero vuelve a su posición inicial; intenta mover la mesa pero está atornillada al suelo. P, de la que sólo se ve la coronilla, porque al estar bajo el foco la cara queda en sombra, se sirve un poco de vino en una de las copas que hay sobre la mesa)
P- (Se ríe discretamente) Es verdad. Es la puesta en escena. Exigencias del guión. ¿Te sirvo?
Clara- Debería estar contra las normas. Estoy en inferioridad de condiciones lumínicas y encima me quieres emborrachar. Yo había dicho un cafetito.
P- Por favor! Lejos de mi…. Pero la vida es corta, te lo digo yo. Una copita de buen vino no hace mal a nadie. Es un Arzuaga. Una vez me dijeron que era un buen vino, una ventana, mejor dicho. Era un americano borrachín que comparaba cada vino con un tipo distinto de ventana. De éste, si no recuerdo mal, dijo que era un vitral del XVI con cristales de colores, una ventana robusta pero con misterio, como un brocado de terciopelo y seda. Era poético…para ser americano, digo. Murió de cirrosis el pobre, pero la partida fue increíble, me lo pasé genial. Yo que no sé nada de vinos…mira tu por donde…terminé aficionándome al Arzuaga éste.
Clara- (Acercando su copa) Bueno, un poquito solo, que no he comido nada. (Lo saborea) Si, está bien. Deberías escribir tus experiencias, seguro que te forrabas. Debes tener anécdotas de todo tipo. (Vuelve a su juego) Pero está claro que juegas con ventaja.
P-Al menos tienes la posibilidad de jugar y de ganar. Yo soy una mandada. Esto es un trabajo como otro cualquiera. Eso sí, en esta profesión se conoce mucha gente y la verdad es que he visto de todo. Hay gente que se vuelve violenta, los hay que incluso se empeñan en jugar cuando no les toca y tengo que quitármelos de encima. La semana pasada tuve un pelmazo que intentó de todo para que le viera.
Clara- (Intentando desconcentrar a P) A lo mejor le gustabas… Si cogieras un poquito de peso hasta estarías bien. ¿Te veo más delgada o es una sensación? (Le coge el mentón) ¿A ver, mírame? Sí, has perdido peso. Te has quedado en nada. ¡Qué ojeras! Mucho Arzuaga, pero fabes con almejas ni las pruebas ¿A que no? Claro que siempre vestida de negro…hija, ni que tuvieras miedo al color.
P (Arreglándose la ropa) A veces me han vestido de rojo y la verdad es que me sentaba bastante bien.
Clara- El rojo es el color de la vida
P- Y el de la sangre.
Clara- Desde luego, qué ceniza eres.
P- Es verdad, ¿no? La sangre es vida también. ¿Ceniza?…puede ser, pero tengo mis admiradores, no creas. Muchos más de los que te imaginas. Tengo mi tirón…(Sigue el juego sin distraerse un ápice).
Clara-Hay gente para todo. (Se enfurruña y vuelve a sus cartas, concentrándose cada vez más. Después de un gran silencio anuncia pomposamente). ¡Pues voy con veinte!
P-¿Años?
Clara- Déjate de estupideces. ¿Vas?
(P escudriña los ojos de su compañera desde la oquedad de los suyos. Parece ir creciendo en el silencio que se produce. Clara mantiene la mirada fija en un punto indefinido entre la pared y el suelo haciendo un esfuerzo máximo por no delatar expresión ninguna. El sonido del reloj se hace más y más presente).
P- ¿Me estás intentando engañar? (Estudia a Clara en silencio un buen rato intentando ponerla nerviosa). Estás echándote un farol… Se os nota a todos los que apenas jugáis. Hay quien viene muy curtido, hay quien juega cada día conmigo, si, si, no te rías…les da adrenalina, no sé…pero tu…¡Si eres una pardilla! (Intenta captar la mirada de Clara que se resiste como una jabata. Vuelve a mirar sus propias cartas e intenta sorprender otra vez los ojos de su adversaria levantando súbitamente la cabeza. Clara sigue manteniendo su expresión de paisaje paralizando hasta el parpadeo. Después de lo que le parece una eternidad, Clara finalmente enfrenta desafiante la mirada de P).
Clara – ¿Y bien? ¿Vas o no vas?
(P, perpleja por la seguridad de esta principiante a quien creía presa fácil y que la reta con un hermetismo casi profesional, después de mucho pensarlo, cierra lentamente sus cartas y las deja con desconfianza sobre la mesa)
P- No voy.
Clara- ¡Ajá!
P – (Muriéndose de curiosidad) ¿Qué tenías?
Clara- No tengo obligación de enseñártelas. (Atrae unas fichas que hay en el centro de la mesa y las mete en su bolso). Sienta mal ¿eh? Pues lo siento, no siempre vas a ganar.
P- Al final, siempre. ¿Seguimos?¿Una revanchita?
Clara- No puedo, he quedado a comer con unas amigas. (Levantándose con prisa y recogiendo los resultados médicos). Además he visto unas mimosas en el puesto de flores del hospital que quiero comprar y me van a cerrar.
P – (Casi con angustia) ¿Cuándo volvemos a quedar?
Clara – Ando un poco liada. Pero hablamos, ¿vale? ¿Mas o menos por mayo te viene bien?
P- ¿Por mayo? Bueno, si no puede ser antes…
(Clara se levanta y se pone la chaqueta, coge sus cosas y deja la habitación con prisa olvidando sus cartas sobre la mesa. P alarga los huesos de una mano cuyas falanges se ven ahora claramente y da la vuelta a las cartas de su compañera).
P- Mimosas…¡quién tuviera nariz para olerlas! (Se dice distraídamente mientras sitúa una por una las cartas de su compañera en abanico bajo la luz del foco.) Buena jugada, hay que admitirlo…va aprendiendo. (Se levanta y se acerca a la ventana, descubriéndose ya como el esqueleto que es, mirando melancólica a Clara, que lleva un papel en la mano y con una alegría desbordante, se ha parado en un puesto de flores y está hundiendo la cara en un ramo algodonoso de mimosas florecidas que acaba de comprar. El reloj baja poco a poco el volumen de su tic-tac. La Parca lo mira, suspira y se sienta de nuevo a recoger las copas y las cartas. Al hacerlo, con una punta del mantel que cubre la mesa intenta limpiar una, pero sólo consigue rayarla más de lo que está. Levanta el cráneo desanimada.)
P –En fin…otra vez será.