
Creo que se me está vaciando el depósito de indignación con el que llegué a este mundo o tal vez estoy envejeciendo y todo empieza a darme un poco igual. Tengo la sensación de que nada evoluciona para bien y de que – lo que es peor – ya no me importa. Es una sensación pasajera, lo sé, porque sigo leyendo el periódico, escuchando buenísimos podcasts de autores que me informan de lo que se cuece en todas partes y hurgando en la historia, que es como leer periódicos con retraso. Pero los dictadores siguen “ad eternum” secuestrando y torturando a disidentes (Bielorusia); los políticos siguen odiándose entre sí y supeditando el bien común al uso del poder (mundo entero); los blancos siguen poniendo la bota metafórica o real en el cuello de los negros (Estados Unidos) y los hombres siguen matando a sus mujeres cada día (mundo entero) por mencionar sólo algunas minucias. Nada nuevo bajo el sol. Somos interdepredadores. Vamos, que nos matamos entre nosotros además de matar al resto de las especies.
Hace poco una amiga me escribía que la realidad es de una u otra manera según en dónde se quiera poner el foco de atención. Si eso fuera verdad, yo en estos momentos estoy aprendiendo a hacer jabones. Mi atención está centrada en esta actividad casera. Si creyera que la realidad es esto, entonces estaría escenificando domésticamente el trío de monos que se tapan las orejas, los ojos y la boca. Es más cómodo, desde luego. Una se va a la cama satisfecha con la caléndula que ha puesto encima del último jabón. Es una actividad gratificante, pero no es la realidad, sino una infinitesimal, banal e insignificante pieza del inmenso puzzle de la vida, (aunque entiendo lo que mi amiga quiere decir).
De hecho, lo entiendo tan bien que apoyaría fervientemente un periódico que se dedicara a informar sobre el lado bueno de la realidad, los avances, descubrimientos, actos de solidaridad, creaciones artísticas, etc. Tal vez nos devolvería un reflejo diferente de nosotros mismos y a su vez ello nos haría mejores, quien sabe. La pena es que estos periódicos no existen, que yo sepa. Y los normales me cansan infinitamente.
Por eso a veces necesito estos descansos artesanales, hacer algo con las manos, mancharme los dedos de color, jabón, perfume, carboncillo, lo que sea. Toda mi vida la he pasado centrando mi atención en la historia reciente, que no ha sido como para tirar cohetes de alegría y en el relato de la injusticia universal del cual nunca acabo de sorprenderme lo suficiente. Pero qué le voy a hacer, leo cualquier libro y estos temas me saltan encima sin haberlos buscado.
Hace unos días me quedé aprisionada en la mirada inocente de un animal al que ganaderos industriales meten en un estrecho cajón toda su vida para que no desarrolle musculatura. La crueldad de semejante medida me deja clavada en la silla, con un deseo salvaje de arrodillarme ante tantos animales a los que maltratamos y pedirles perdón en nombre de tanto malnacido. Su mirada, de una ingenuidad infantil limpia como un cristal, se vuelve hacia la cámara que la fotografía desde arriba. “¿Qué os he hecho?”. El autor de “Sapiens” incluye la fotografía en el capítulo de las víctimas de la revolución agrícola. Sin tomárselo más que desde un punto de vista científico-histórico, coincide un poco con mi opinión en cuanto al bajo concepto que tiene de quiénes somos. En la posición 1372 de mi Kindle escribe “Poseemos la dudosa distinción de ser la especie más mortífera en los anales de la biología”. Menuda medalla…
Uno pensaría que estas cosas las hace la especie humana por necesidad, pero no, las hace, en mi opinión, por exceso de alternativas. Tenemos demasiado de donde elegir – allí donde tenemos, se entiende -. Somos el depredador número uno y ya no sólo nos comemos a las vacas, sino que, encima, las queremos tan tiernas como cuando nacieron, para lo cual no sólo le quitamos la cría a la madre, sino que encerramos a ésta en un cajón de apenas su tamaño para que no ande, ni corra, ni juegue, antes de ir al matadero a los tres o cuatro meses de edad. De ese modo tendremos que masticar un minuto menos su carne en Nochebuena.
Definitivamente el virus somos nosotros.
“De hecho, lo entiendo tan bien que apoyaría fervientemente un periódico que se dedicara a informar sobre el lado bueno de la realidad, los avances, descubrimientos, actos de solidaridad, creaciones artísticas, etc. Tal vez nos devolvería un reflejo diferente de nosotros mismos y a su vez ello nos haría mejores, quien sabe. La pena es que estos periódicos no existen, que yo sepa. Y los normales me cansan infinitamente.”
Sí, existen medios que informan sobre el “lado bueno” …
Por ejemplo:
Positive News: https://www.positive.news
Good News Network: https://www.goodnewsnetwork.org (que tiene una versión en español)
Optimist Daily: https://www.optimistdaily.com
Squirrel News: https://squirrel-news.net/news/
… y más
https://leighdavid.com/good-news-10-sources-for-positive-and-uplifting-news/
Me gusta KarunaVirus (el nombre viene de la palabra “karuna”, una palabra sanscrita que significa “compasión”).
https://www.karunavirus.org
Este úlitmo describe su misión como “While our site is clearly meant to be uplifting, it’s not necessarily the kind of “happy news” that turns a blind eye to our grief and suffering. Rather it invites us to a more expansive space — that crucible of benevolence within ourselves — which can hold these challenges with uncommon grace.”
Aunque no es un sitio de noticias, aeon.co ofrece unos artículos y videos sobre temas importantes que son a menudos muy inspiradores. Aeon se describe como “a unique digital magazine, publishing some of the most profound and provocative thinking on the web. We ask the big questions and find the freshest, most original answers, provided by leading thinkers on science, philosophy, society and the arts.”
Y hay peores maneras de pasar 45 minutes que ver este video en aeon:
https://aeon.co/videos/a-trip-to-montreal-with-leonard-cohen-in-1965-is-a-glimpse-into-a-singular-poetic-mind
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Gracias Paul, siempre tan enterado.😉
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