
David Gray/AFP
Parece que un hombre ha besado a una mujer sin su consentimiento y ha tratado a otras con excesivo contacto y mínimo respeto. Nada nuevo. Sucede todos los días. Lo que no sucede todos los días es que eso lo vean millones de personas. Casi siempre estos tipos de comportamiento se denuncian por las mujeres y reciben a cambio un “no será para tanto”, “sois un poco exageradas” o algo semejante. Pero esta vez lo hemos visto en vivo y en directo, y no gusta. Las jugadoras se han unido y han dicho: ¡Basta!. Deduzco por ello que esta es la gota que colma el vaso. Esta es la punta del iceberg de lo que normalmente experimentan. No con este individuo en particular, sino con todos los Rubiales que en el mundo del deporte han sido y siguen siendo. Están hartas y han aprovechado la oportunidad.
El individuo está, con toda seguridad, en estado de shock. Lleva haciendo estas cosas toda la vida, todos sus conocidos hombres – o casi todos, tengamos esperanza – hacen lo mismo cuando pueden y se habrán reído con él entre bastidores y le habrán aplaudido los gestos de macho muchas veces y algunas mujeres los habrán justificado o pasado por alto. Pero hoy, la broma ha pasado a ser el gesto que propicia su caída. Lamento informarle de que su sucesor ya está frotándose las manos.
Un episodio más, pero un episodio decisivo. Porque esta vez no le va a salir gratis y el resto de la manada masculina está mirando. Por eso es tan importante que le cueste caro vulnerar los límites de la intimidad de una mujer. El ejemplo de un castigo, sin duda avisa a los demás: Esto ya no se puede hacer. Ojalá no se necesitara ningún castigo, ojalá únicamente utilizando la educación los hombres entendieran que la mujer merece respeto. Pero parece que eso va para largo y el castigo es una herramienta más que la sociedad impone para ir metiéndonos en vereda. Obviamente el individuo va a resentir a toda aquella mujer que defienda estos puntos de vista y acusarla de falso feminismo. La definición de feminismo que da el DRAE es: “Doctrina y movimiento político y social que pide para la mujer el reconocimiento de las mismas capacidades y derechos que para el hombre.”
Lo que pedimos, pues, es coherente con esa definición y es muy sencillo, trate con respeto a la mujer. ¿O le gustaría que a su mujer su jefe le diera un pico por un trabajo bien hecho; que se la subiera en el hombro como un fardo por el mismo motivo; que se tocara los genitales para felicitar a un colega delante de ella? Pues es eso, mismos derechos, mismas capacidades, mismo trato. Aprenda usted a respetar a los demás y no sea usted tan mentiroso: no hace falta saber leer los labios para ver que no le pidió ningún permiso a Jenni Hermoso. Ha tenido usted demasiado poder y ha pensado que todo le estaba permitido, especialmente con las «chicas».
Eso se ha acabado. Si es excesivo perder todo por ese beso y esos gestos (se hicieran ante la reina o ante la portera del estadio, ambas merecen el mismo respeto) va usted a vivir, a su juicio, una injusticia. La vida a veces es así. Alguien tiene que ser el primero. Pero es tremendamente importante que haya un primero, así que, consuélese con eso.
Usted va a cambiar, involuntariamente, la historia del deporte femenino español. Algo es algo.