EL LOBO Y LA SONRISA


Un jefe de gobierno al que se le van muriendo todos los oponentes políticos en extrañas circunstancias no engaña a nadie, ni siquiera a los que le lamen las botas, untadas en la miel del poder o del terror.  He criticado en mis escritos a Estados Unidos y la locura de su capitalismo caníbal, pero Rusia parece ser un desastre del mismo calibre o superior. Gobernada por un ex KGB que tiene dos cuchillos por mirada, parece que no sale nunca de ese círculo vicioso en el que el pueblo queda a merced de megalomaníacos que hacen con él lo que se hace con la carne para convertirla en hamburguesa.

Que haya muerto Navalny no nos ha sorprendido a nadie, más bien nos sorprendía que siguiera vivo. Pero he admirado profundamente ese sentido del humor, esa sonrisa indomable, esas bromas irónicas que dedicó a los jueces que le sepultaban en vida, dichas un día antes de morir.  Tal vez el Lobo Estepario no ha podido soportarlas. Eran un signo más de que su oponente no había sido doblegado. Dios sabe que ha hecho todo lo posible, pero hay hombres que no saben vivir de rodillas. Encima este era alto, guapo y con carisma. Tal vez el Lobo se cansó de la resistencia rasputiniana de Navalny, tal vez alzó una ceja o carraspeó en el debido momento o miró a sus subordinados helándoles la sangre sin necesidad de decir nada más. No hacía falta. Rusia es la Rusia de Putin, nada que no comulgue con sus intereses puede hacerse sin pagar un precio desorbitado. Hay una larga lista de muertes “naturales” y prematuras que han sufrido quienes por uno u otro motivo se han atrevido a contradecir al Lobo. 

El poder en Rusia lleva la piel de cordero y se llama a sí mismo una república federal semiparlamentaria, pero debajo de la piel, siempre, para desgracia del pueblo, asoman los pelos de los distintos lobos que, en una cultura marcada por los gulags y las mafias, suelen ser los que muerden el hueso del poder y no lo sueltan hasta que alguien no les descoyunta la mandíbula.

Hace algunos años tuve una conversación con una mujer rusa que vive en este pueblo. Íbamos paseando con nuestros respectivos perros y parecía una mujer normal, hasta dulce en sus gestos. Hablamos un poco de la actualidad y en un momento disentimos, creo que había dicho que todos los chechenos eran delincuentes y después habló maravillas sobre Putin. A ambas afirmaciones respondí con incredulidad. He de decir que previamente había criticado yo al gobierno de Estados Unidos por alguna de las barbaridades que suele llevar a cabo en patios ajenos, como es su costumbre y como criticarlo es la mía. Pero a pesar de ello, no terminó la cosa muy bien, pues decidió marcharse bruscamente del parque. Yo me quedé algo perpleja por cómo se había tomado una simple conversación. Parecía que le hubiera insultado a su madre o algo así por no creer en las bondades del ex agente de la KGB. Salí del parque al cabo de un rato y cuando iba a meter a mi perra en mi coche el suyo aceleró y derrapando me pasó a menos de medio metro de distancia en una calle en la que no hay más que chalets y gatos perezosos durmiendo una siesta permanente. Ese era su argumento decisivo y me había esperado aposta para asustarme, ya que no había podido convencerme. Eso me dijo mucho sobre la falta de libertad de su país. No estaba acostumbrada, adoradora de Putin que era, a que se pudiera criticar al poder impunemente y a falta de policía política bien vale una amenaza con coche. 

Si la manera de arreglar una discusión banal de una ciudadana rusa pro-Putin es un atropello premeditado o su amenaza ¿qué no hará el gran Lobo Estepario con todas las cárceles, jueces, policías, ejércitos y envenenadores a su disposición? 

Pues eso; muerte natural como la vida misma…

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