El Guion

Ayer no existe. Mañana tampoco. Solo existe este momento interminable, que no lo es.

En este instante en el que la vida discurre, escribimos nuestra historia. Es ese pequeño guion entre la fecha de nacimiento y la de la muerte, que aparecerá en nuestra tumba, el signo que contiene todo. Me mandó mi hermana hace poco un poema sobre el tema y es cierto, ese pequeño signo esconde lo que hemos hecho entre la nada de la que vinimos y la nada a la que volveremos. Más vale que hagamos un buen guion de ese guion medio.

Y el punto importante es ese: ¿qué es un buen guion vital? Porque entre el guion escrito que sirva para una buena historia y el vivido que sirva para una buena vida, no hay puntos en común.  Lo que nos hace de verdad felices no suele servir para construir novelas. La felicidad es un estado de satisfacción individual que no interesa a otros. Contemos lo bien que nos va con una pareja nueva a nuestros amigos y nadie hablará de nosotros en la siguiente conversación telefónica que tengan. ¿Qué tal está X? Bien, bien, parece que está bien con ese tío que ha conocido. Punto final. Si, en cambio, resulta que el “nuevo” parecía ser el hombre ideal y al final se le ha descubierto un pasado turbio de drogas o estafas bancarias, que se le ha ocurrido argumentar a base de golpes o que el hombre tiene ataques epilépticos, la cosa cambia. ¿Ah, pero no te has enterado? Y empieza la conversación “interesante”.

Yo defiendo la búsqueda de un guion vital aburrido, que no sirva para que alguien escriba una serie de Netflix. Es mucho más sano.

A mí me gusta mi vida, en este momento efímero en el que existo y escribo. Eso sí, cuando me preguntan cómo estoy, cuento un poco de lo que me hace feliz, sin explicar demasiado, y al final termino con algún “pero…” (me duele la espalda, un brazo, una pierna, tengo que ir al dentista, me preocupa un familiar, he perdido dinero) que des-endulce mi historia. Hay que disimular el bienestar si no, parecería una demostración molesta, una provocación, un ataque, a fin de cuentas.

Mi discurso hoy día sería más o menos así: “Cantar me hace feliz, pero ya sabes…a estas alturas es difícil, no te aceptan, cuesta mucho, debería haber empezado a los veinte años, no tengo voz suficiente, etc.” Lo cierto es el primer enunciado. Lo demás es una disculpa necesaria, casi imprescindible. Y es que los hombres perdonamos todo, menos la felicidad ajena (aunque se la deseemos por Instagram a todo el mundo en estas fechas).  

Así que mi consejo es este: vivid buscando un guion rico y pleno, que os haga levantar la cara hacia el sol en una sonrisa involuntaria, pero eso sí, con discreción, teniendo siempre a mano una anécdota jodida, no es cuestión de molestar…

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Avatar de Cristina Jarabo Bueno Cristina Jarabo Bueno dice:

    ja ja, muy cierto… sin embargo yo me alegro mucho de tu felicidad!!!Un beso, cariñito.

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